miércoles, 2 de febrero de 2011

No, no sé qué es el amor, ¿se come?

Inhala la esencia marina, exhala nubes terrenales. Luego bota el cigarrillo y toma mi mano.

Caminemos por el malecón desértico, ¿no los oyes? Los murmullos de los sueños que terminaron en la playa, arrastrados por el mar. Los nombres en la arena de dos amantes que ya no lo son se lamentan con cada ola que los desvanece un poco más. Un punto brillante en el horizonte se apaga poco a poco. Cómo quisiera tenerlo entre mis dedos, meterlo en una caja, ponerle un lazo rojo y hacerlo tuyo.

Significas una puesta de sol para mí.

En la arena hay un historial de la mañana. Aquel castillo fue levantado por un padre y su hija con objetos que encontraron bajo la arena. Aquellas pisadas fueron hechas por una viejecilla que  le sonreía al mar y renegaba a los bañistas. Aquel hueco lo excavó un niño que juró que llegaría a China y escribiría sus propias galletas de la fortuna.

Aquellos trazos en la arena son nuestros. Son sentimientos y promesa. Yo los escribí para ti, y tú los leíste y escribiste los tuyos.

Ahora siéntate conmigo y, como muchos otros antes de nosotros, miremos la puesta de sol mientras las olas borran nuestras palabras de la arena.

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